Máscaras, Rostros y maquillaje en La noche oscura y los días del oro.

Para el proyecto La noche oscura y los días del oro, que ha sido un proyecto de intervención performativa a la exposición “El Oficio de la Pintura” del Museo de Arte Moderno de Bogotá hubo un trabajo colectivo y participativo con 28 modelos y  6 diseñadores. Entre estos la diseñadora de máscaras Ana Barragan. La propuesta buscaba hacer una lectura Queer que revisa la subjetividad producida en el Siglo de Oro Español  (periodos coloniales en América Latina) y que permea la subjetividad liminal contemporánea. El trabajo con Ana Barragan nos llevó a revisar ideas que pudieran pensarse como máscara, la superficie que se pone sobre el rostro o en lugar de este,  dentro de periodo Barroco. Pero para iniciar, importa recordar que pese a ejemplos propios de occidente  que ocupan máscaras, como el festival de máscaras de Venecia iniciado en el siglo XII, pareciera que los procesos colectivos rituales de occidente los podríamos pensar en rostros y maquillajes.  Es decir, procesos de subjetivación que construyen cuerpos, prácticas y modos de vida.

¿Qué significa hacer un retrato, construir un rostro o maquillaje? Hasta el siglo XVIII estas imágenes, los rostros y máscaras, no esperan hacer corresponder a las características físicas de una persona sino que operaba bajo los principios ficcionarios y simbólicos de cada sociedad. Para Belting (Belting; Díez & Espino, 2012), por ejemplo, el retrato y el auto retrato es una constante lucha consigo mismo, y de cada sociedad, con una idea que busca asegurar el “sí mismo”  frente a aquella sensación del “rostro vivo” de duración corta e impredecible.  Y es que si algo compartimos, según la ciencia, los humanos hoy y los de hace cientos de miles de años es que conservamos la misma estructura del rostro.  De manera que, en principio, el rostro nunca cambió, nuestro rostro ha sido el mismo a través de las épocas pero sus representaciones han sido múltiples. Cada cultura responde a ese rosto poniendo algo que le sustituye como imagen. Y en esta, la representación es la lente con la que se ve el rostro y es un mito. Este paradigma fue el que revisamos en búsqueda del retrato retorico de las construcciones del periodo estudiado y su posible lugar en la actualidad. Lo que se mantiene es la premisa, de origen en el concilio de Trento (1545), en el que la riqueza del espíritu habla en el rostro. De allí que rostros de monjas muertas, máscaras en las armaduras de arcángeles y esfinges de reyes y papas sean una expresión de belleza producto de un sufrimiento purificatorio del cuerpo. La propuesta retoma y traza este planteamiento proponiendo rostros a subjetividades liminares que ensalcen las vidas de los participantes y no sean vanitas con movimiento. En resumen se invita a pensar la preparación del cuerpo y de la subjetividad en una vida que no se resuelve en el paraíso celestial (teológico) o terrenal (la revolución), sino que toma lugar al volcarse sobre el interior para pensarse en el aquí y en al ahora.







*Paul Sebastián Mesa Artista y diseñador bogotano. Investigador en estudios cultuales e historia del arte.