TAKY UNQUY
Tiempo de des-encubrimiento

Huamanga y el año 1564 nos recuerdan el primer momento de des-encubrimiento del proyecto colonial, con la insurgencia de las wak’as lideradas por Pachacamac y Titicaca. Estas convocaban a la batalla contra Dios y contra el Rey. Pero no fue sólo Huamanga, Sabaya, Aullagas y la Serranía Sagrada de los Urus, en la actual ciudad de Oruro, fueron escenarios del Thalausu (nominación regional del Taky Unquy), que sirvió para poner en evidencia las falacias del “descubrimiento”, de la “salvación de los indios con la cristianización”, de la llegada del “Dios bondadoso” y otras más.

Con el brutal proyecto político de Extirpación de Idolatrías, estas posibilidades de des-encubrimiento quedaron aisladas y desconectadas, en la dinámica festiva local de nuestras celebraciones, que también se vieron afectadas con diferentes formas de encubrimiento. Y, enmascarados, impusieron el carnaval y las fiestas patronales, para borrar de nuestra memoria nuestro mundo y nuestro compromiso con la vida y se fueron imponiendo formas celebratorias coloniales.

El carnaval, es un proceso celebratorio complejo que ha producido la colonialidad festiva, desde el encubrimiento del “otro”, en 1492. Esta colonialidad festiva se impuso desde la dominación colonial a cargo del sujeto naciente de la Modernidad, el sanguinario: yo conquisto (ego conquiro), mato, violo y robo. Encubriendo el:

Yo no te acepto como humano, te quito la posibilidad de tener alma, de tener vida y, si sobrevives, te asigno la condición de bestia de carga a mi servicio. De este modo el esclavo siempre serás tú.

Así, surgió una primera máscara, la del otro, para tapar nuestra humanidad encubierta por aquella negación que nos esclavizaba como no-humanos. Inmediatamente, aquel yo conquisto produjo su propio encubrimiento, es decir, la violencia colonial ejercida para el saqueo y la esclavización, junto a violaciones, torturas y muertes, fue encubierta por la máscara del “benévolo”: yo cristianizo, “sincretizando” tus celebraciones. Encubriendo el:

Yo te acepto como humano, modifico y anulo tus sistemas de representación, borro sus contenidos y te impongo los míos. De este modo, el pecador siempre serás tú.

Y, el yo conquisto, que se tapó con la máscara del yo cristianizo, normalizando la dominación colonial, impuso otra, la del tu pecas. Entonces, se fueron tallando nuevas máscaras, mucho más pulidas y, aquel desgraciado pecador recibiría la imposición de una nueva máscara, mientras el yo cristianizo se encubría con la suya, la del yo pienso (ego cogito). De este modo y con el surgimiento de la nueva máscara, la fe dejó su lugar a la razón y el trabajo, antes esclavizado, fue reemplazado por el trabajo asalariado de obreros, encubierto por el racional: Yo pienso, en tu salario por las horas trabajadas. Encubriendo el:

Yo te acepto como humano, modifico y anulo tus sistemas de representación, borro sus contenidos, te impongo los míos, me apropio de tu territorio y me hago dueño del tiempo que tienes para tu vida, a cambio de un salario injusto. De este modo, el explotado siempre serás tú.

Con el tiempo, cuando la máscara del tu pecas fue remplazada por la del tu trabajas, las fábricas diseñaron una nueva forma de vida. Estas nos dijeron dónde “informarnos”, cómo guardar los alimentos, qué ropa utilizar, en qué movilizarnos y a qué lugares ir el fin de semana. Pero también, aquellas, fabricaron nuevas máscaras, para encubrir a la ya desgastada del yo pienso. Esta fue encubierta por una nueva, la del yo acumulo, la plusvalía que generas con tu “trabajo”. Encubriendo el:

Yo te acepto como humano, modifico y anulo tus sistemas de representación, borro sus contenidos, te impongo los míos, me apropio de tu territorio, me hago dueño del tiempo que tienes para tu vida a cambio de un salario injusto y me quedo con este, que lo cambias por tener la vida que yo te impongo. De este modo, el consumidor siempre serás tú.

Y, con la máscara del yo consumo impuesta en nuestra humanidad, llegó el tiempo de cuarentena global. Ahora, la máscara se combina con la jaula y, desde el encierro, no sólo han secuestrado nuestra corporalidad, sino también nuestro sentido común, con el olvido de la vida y el miedo a la muerte. Mientras esta, desde hace cientos de años, ha venido destrozando, desde el yo conquisto, saberes, historias, prácticas, cosmovisiones y formas diversas de reproducir la vida, con aquellas máscaras impuestas para la muerte que, en el límite, nos están diciendo:

Yo te acepto como humano, modifico y anulo tus sistemas de representación, borro sus contenidos, te impongo los míos, me apropio de tu territorio, me hago dueño del tiempo que tienes para tu vida a cambio de un salario injusto, me quedo con este, que lo cambias por tener la vida que yo te impongo; hasta que decido prescindir de tu vida, tu tiempo y reemplazo tu trabajo por el de las máquinas. De este modo, el esclavo, el pecador, el explotado, el consumidor y el que tenga que morir, siempre serás tú.

Tal vez, sólo queda el intento de desenmascarar lo enmascarado desde la muerte y des-enterrar las máscaras para la vida, desde la vida.


Javier Reynaldo Romero Flores es antropólogo boliviano, Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos.