En el tarot Vodoo de Nueva Orleans, el arcano mayor XXI, que representa al mundo y al universo, la completitud y el final del viaje, está representada por El Carnaval:

In drunken sleepless pleasures, longing is sated. This is the World. Drink deeply. Take your will and fill of love. En el Carnaval el mundo hace erupción en una cascada de encanto, los cuerpos se entregan a la revelación. Las máscaras se tuercen en el abandono de yo. Detrás de la gran máscara del Carnaval, las máscaras pequeñas se llevan y el mundo cotidiano desaparece.”

Desde la brujería se piensa el Carnaval. El primer hechizo está en la máscara: que parece que nos esconde pero en realidad nos descubre. Es la magia milenaria que explica por qué el disfraz que uno usa en la Vía Cuarenta, el sábado de la Batalla de Flores, se hace realidad.

En el 2014 me disfracé de Quinceañera, porque eran los 15 años de mi comparsa y yo era la capitana. Era un disfraz lleno de velos, plumas, flores, perlas, era rosado como robles, era una primavera. Y mi novio reciente de entonces, hoy mi marido, venía de calaca, porque mexicano, y venía de pensar mucho en la muerte. Y él aprovechó para hacerle el luto a su mejor amigo y terminamos por vernos como Hades y Perséfone, antes del rapto. El disfraz se cumplió y yo me vine a vivir a CDMX. En 2017 me disfracé de Virgen de Guadalupe y se me ocurrió hacerme un tocado con hojas de palmas pintadas de dorados que se sostenían en mi cabeza apenas con ganchitos de pelo. Y ese año salimos tardísimo, como a las 3 pm, y a mitad de desfile te tuve que quitar el tocado y dejarlo botado porque no podía soportar su peso con mi cabeza, y esa fue la lección que me tocó aprender ese año. Y entonces entendí que el disfraz es un conjuro que se cumple de formas inesperadas, y el año siguiente me disfracé de mariposa, y salí topless e hice mis alas con velo transparente y les pegué cuadritos de papel celofán, porque lo que quería hacer era convertir esa vulnerabilidad que sentía en ligereza, con los materiales más frágiles quería sentirme poderosa.

Al hablar de brujería la gente suele hacerse una pregunta metafísica: ¿es real? Sí. Porque los seres humanos somos seres de símbolos, sólo accedemos a percibir, entender y contar el mundo a través de las metáforas, nuestro mundo entero es un mundo del lenguaje. Y por eso cada intervención en el lenguaje, sea conjuro, hechizo o ritual, es también una intervención en la realidad. En la magia de la realidad los símbolos se toman la realidad.

La brujería del carnaval también consiste en dejar de pensar todo desde la racionalidad lineal ilustrada y positivista, y entregarse a las metáforas y a los símbolos, y a los sentimientos y a los caminos inesperados del pensamiento. Entonces los símbolos se hacen más poderosos. La ciudad entera está en el trance de las metáforas, y en esa entrega los símbolos nos revelan cosas, se convierten en máscaras que descubren.


* Catalina RuizNavarro es una activista y periodista feminista colombiana-caribeña que vive en  Ciudad de México.