Ocultarse en el cuerpo propio.
Ser sólo ese cuerpo.
Ni centáuride ni sirena.

Prestarse la presencia a uno mismo.
Ser la misma, la que abarca todo lo interno y que pareciera continua.
Negar esa linealidad.

Saber que los otros solo pueden ver la apariencia y reconocerme en ella.
Encarnar la apariencia y performarla.
Ser solo la apariencia.
Máscara sin apariencia.

Una escena: La profesora con su alumno que es un niño refugiándose en una ciudad de Europa. Juegan a ser gatos para que él practique el idioma del lugar donde están. Son dos gatos hablando alemán. Dicen qué van a hacer y a continuación lo actúan: “¡comamos!”, “¡tomemos leche!”, “¡rasguñémosnos!”. Pero a veces pasa lo que pasa entre niños, cuando el espacio del juego se tiene que interrumpir para redireccionarlo: “Tacho, ahora digamos que (…)” y después siguen. Al cabo de algún tiempo el niño se cansó de hacer cosas de gatos y le propuso a la profesora que jugaran a hacer cosas que los gatos no hacen. ¿Listo? --Bereit? Un, dos tres -- eins, zwei, drei. El niño imita la forma de un teléfono apretando el puño y extendiendo el dedo gordo y el dedo meñique. Y acercando esa mano a su oreja derecha dice: miau, ¿aló?—Miau, Hallo?

Palabra y gesto cómo máscaras.

La traducción como máscara del significado de la palabra.
Las traducciones como máscaras del significado de la palabra.
El acento como enemigo de la máscara, como delator.

El reverso de la máscara en contacto con la piel de la cara.
Ese lugar es el único encuentro.
Pero la cara también es la máscara.

La máscara como momento de todo lo que no se es.


* Ana Mustafá colombiana, Historiadora del Arte con maestría en Análisis Cultural.